Si quiere viajar a otro mundo, vea Avatar!


A continuación comparto la hilarante critica de Hermes!!!

PULGARCITOS, GO HOME

Qué manera de calentar la sopa con esta cuestión. Donde uno mira, zás, Avatar. Cáchense que el otro día prendí la tele y hasta la monjita que cocina en el Dios Channel estaba pelando el cable con la película, y dijo que era a toda zorra y que le pegaba mil patadas a La Última Pasión de Cristo (heavy).

Para que sepan, se supone que es del mismo peliculasta seco que hizo puros flims maestros onda Terminator, Aliens 2: The Revenge Returns y The Titanic, y dicen que se demoró como veinte años en hacer Avatar porque estaba cansado de tanto contar billetes y/o guardar los trofeos, y no quería más guerra. Pero ahora por fin se puso las pilas y quiere más guerra que nunca, porque vieran (Oh My God).

Avatar está ambientada en el futuro (año chorromil) y se trata del Avatar, un compadre buena onda en silla de ruedas (aw) que un día va y hace algo mucho más bacán que esos otros que juegan básquetbol, o Stephen Hawking:

Agarra sus cosas y se manda cambiar a otro planeta, porque es choro y no tiene nada que ver con monos. Excepto los monos azules gigantes que viven en el planeta, y que son como unos pitufos guailones de la NBA con cara de gato, ropa de Tarzán, trencitas, y que hablan en un idioma tan cuático que los subtítulos salen con letras egipcias.

Porque resulta que los terrícolas mala onda (era que no) quieren invadir a los pitufones para robarles el lapislázuli alienígena, que es más caro que no sé qué y te encargo la América que se van a hacer vendiendo lapiceros, pingüinitos y ajedreces de artesanía.

Claro que no es llegar e invadir, así que los científicos inventan un sistema para meter a los humanos entre los pitufones y que pasen piola, porque ninguna gracia mandarlos así no más y que los pitufones suban a los terrícolas al columpio, y les digan “Esta no es la comarca, hobbits”, “Presta la ropa para vestir la Barbie” y/o “Pulgarcitos go home!”, y nos terminen discriminando por tacuacos y rosaditos, nosotros que somos tan tolerantes.

Así que lo que hacen los científicos es inventar el Súper Transformador Humano-Pitufón System, que consiste en traspasar la mente de los humanos a un pitufón artificial a toda zorra, para que ande tonteando en el planeta haciendo de todo, mientras el humano original se queda inmóvil y echado sin hacer nada, igual que Matrix o navegar por Internet.

(Además de la mente, se traspasa también la voz de los humanos y los gestos, así uno no se pierde y los identifica perfecto, porque los científicos del futuro piensan en todo y son maestros).

Bueno y cuando dije que el pitufón artificial hacía de todo, es porque chúngale. Vieran todo lo que hace el compadre en el planeta colorinche. Se mete a una tribu de pitufones, arranca de mil monstruos cuáticos brígidos, se baña en un río con pirigüines fosforescentes, camina arriba de un árbol que se ilumina con los pasos a lo Billie Jean, galopa en caballos marcianos de seis patas, vuela en pterodáctilos a toda zorra y le hace ojitos a la N’osécuanti, la guerrera pitufina hot, que al principio es toda pesada y se hace la interesante, pero después se empieza a poner cocoroca con el compadre, aunque no tiene idea cómo es en la vida real y se engrupe con el Avatar, lo cual es metáfora de enamorarse por chat, encuentro yo (es una película con muchas lecturas).

Después obvio que el Avatar le agarra buena a todos los pitufones y se pone la camiseta alienígena y ni ahí con dejar que los humanos mala onda lleguen a dejar la grande y a robarse el lapislázuli, porque él aprende a ponerse en el lugar de los alienígenas, y qué más va a hacer si le aplicaron el Súper Transformador Humano-Pitufón System (así cualquiera).

La cosa es que los terrícolas del futuro tienen un lema pelmazo a lo “por la razón o la fuerza” y dicen “filo con estos pitufones” y zuácate. Se tiran con todo contra los pobres usando puras armas tecnológicas mala onda, como helicópteros, bombas, robots brígidos maestros y camiones mineros gigantes mucho más grandes que los de Chuquicamata (son tan pero tan gigantes que hay que colgarles un ovni del espejo en vez del CD para no pagar el TAG, y en la antena de atrás le ponen la cola de Godzilla).

Es tan pero tan peluda la batalla, que en el cine un compadre detrás mío dijo “Chúngale, imposible ganarle a un ejército con puras lanzas y piedras”, y lo miré, y era un Ewok.

Pero ya. Me aburrí de aguantarme y de hacerme el indiferente: Me dejó loco esta cuestión. Me gustó tanto, pero tanto, que apenas llegué a mi casa lo primero que hice fue meter la cabeza en la taza del baño para quedar azul con el Pato Purific y unirme a la causa pitufona. Dura como quince horas pero uno no se da ni cuenta, y cuando la vi en el cine y terminó, todos aplaudieron y les tiraban regalos a los actores porque más encima es 3D y pareciera que todo era de verdad.

Y a propósito de actores, no sé de dónde sacaron compadres tan gigantes y tan flacos y de tres dedos para que hicieran de pitufones. Más encima tienen hasta ojos de marciano y miden como cuatro metros y no sé dónde compran ropa.

Te encargo también cómo los debieron molestar en el colegio cuando chicos, siendo que –ya, oh, Tranquilein Bruce Wayne, si estoy tonteando no más. Sí sé que los pitufones de esta película son un efecto especial moderno de computación, pero son tan pro que a uno se le olvida que son efecto, y jura que existen en la vida real.

Más encima actúan a toda zorra, y uno se las cree todas: cuando lloran, cuando se amurran, cuando spoiler y cuando spoiler de nuevo. Lo otro que me dejó loco fueron los chorrocientos millones de detalles que hay en todas partes. Yo cacho que ni mi vecina alcanza a abarcar todos los detallitos maestros que tiene esta película, y eso que la señora es de vocación sapa, y hasta se entrenó para no parpadear nunca cuando sapea.

En realidad da lo mismo que les cuente los detalles porque la gracia de estas cosas es verlas, pero hasta las flores son bacanes en este planeta, y eso que las flores son para mamasanes y no salvan a nadie. Hay gomeros gigantes, montañas que flotan, árboles luminosos igualitos a esa lámpara de fibra óptica que se trajo mi tía Charo de Miami (pero en versión bacán), árboles Billie Jean, caballos y pterodáctilos con conexión USB, etc.

Y hasta los terrícolas pelmazos tienen cosas maestras como los helicópteros ciencioficciosos, los computadores con pantallas holográficas tridimensionales con resolución ÁndateCabrito x OhMyGod, o los robots guerreros brígidos que son tan bacanes que tienen hasta cuchillos XXL en la espalda, por si al robot se le acaban las balas o por si tiene que echarle mantequilla a una tostada gigante.

Y a propósito de guerreros brígidos, el soldado líder mala onda de esta película llega a dar miedo, pero hace cosas tan la zorra que dan ganas de aplaudirlo. Al final uno no sabe qué hacer de pura contradicción, pero es maestro igual. (Es el abuelito musculoso que tiene unos tajos en la cara, como si le hubiera sacado la madre a Wolverine).

Veredicto final: Déjense de perder el tiempo leyendo críticas (maestras), y vayan a verla al tiro. Si ya la vieron, véanla de nuevo para que cachen más detallitos, y para que aprovechen el 3D que después no se puede ver en la casa.

Yo quiero verla mínimo diecisiete veces en el cine, y apuesto que las diecisiete veces termino diciendo “Ándate Cabrito”. Ah no si no. Cincuenta y siete BILLONES setecientos treinta y un millones dos mil una estrellas y un NASA Award al peliculasta por llevarnos a otro mundo.

Gracias, Viejito Pascuero.

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